Japón cerró la historia del ataque al metro de Tokio con gas sarín

Shoki Asahara, líder de una secta japonesa fue ejecutado el viernes 29, por su participación en el atentado de 1995.

Líder de la secta Verdad Suprema, Shoko Asahara, ejecutado junto a seis de sus seguidores (Web)
Líder de la secta Verdad Suprema, Shoko Asahara, ejecutado junto a seis de sus seguidores (Web)

Las autoridades judiciales de Japón cerraron el viernes uno de los capítulos más espantosos ocurrido en el país: el ataque con gas venenoso a los pasajeros del metro de Tokio que mató a 13 personas y enfermó a más de 6.000. El Ministerio de Justicia confirmó que el líder de la secta, de 63 años, y seis de sus seguidores fueron ejecutados en la horca por su participación en el ataque con gas sarín en el metro de Tokio y otros crímenes.

El atentado de 1995 alertó a un país relativamente seguro sobre el riesgo del terrorismo urbano. Condenados en 2004, las ejecuciones tardaron mucho tiempo en llegar, pero eran algo esperado porque ya algunos de los condenados habían sido trasladados a otras prisiones a principios de este año. Otros seis miembros de la secta permanecen en la lista de condenados a muerte.

El ataque al metro fue el más notorio de los crímenes de la secta, a la que se culpó de 27 muertes en total. La secta, llamada Aum Shinrikyo (Verdad Suprema), acumuló un arsenal de armas químicas, biológicas y convencionales para llevar a cabo las órdenes criminales de Asahara en previsión de un enfrentamiento apocalíptico con el gobierno.

Los miembros de la secta perforaron con la punta de un paraguas bolsas de plástico para liberar el gas sarín dentro de los vagones, lo que provocó la muerte de 13 personas y causó afecciones a más de 6.000.

Shoko Asaharaan, junto a su mujer, su hija y varios de sus discípulos. (Web)
Shoko Asaharaan, junto a su mujer, su hija y varios de sus discípulos. (Web)

Este atentado fue retratado por el escritor Haruki Murakami con el nombre de Underground, relatos periodísticos con largas entrevistas a las víctimas, donde indica que  "antes de entrar en el metro, Hayashi se colocó una mascarilla como la que usa la gente en invierno cuando está acatarrada. El número del tren era el A725K. Al ver a una mujer junto a su hijo en el vagón, Hayashi titubeó: 'Si libero ahora el sarín, morirán. Espero que se bajen pronto'. Pero ya había llegado hasta allí. No había vuelta atrás. era una guerra santa. No podía permitir que le venciera la debilidad de su corazón. Casi inmediatamente, todo fue pánico, horror y muerte".

Los testimonios se suceden uno tras otro y se puede tomar dimensión de la tragedia a lo largo de sus páginas.