Opinión: Luis Salinas y la guitarra infinita

Por Gillespi. 

Gillespi nos explica por qué están locos los trompetistas
Gillespi nos explica por qué están locos los trompetistas

Los instrumentos musicales suelen ser precisamente instrumentos.

Meros vehículos para fines mayores como interpretar la música en todas sus variantes y complejidades.

En este sentido, el instrumento es un medio y no un fin. Es la herramienta que le permite al músico expresar su arte.

Ahora bien, en muchos casos el instrumento se convierte en un fin y no un medio. El dominio de un instrumento musical suele llevar toda una vida. Horas y horas de práctica hasta conseguir domar esa máquina para conseguir los fines que perseguimos.

Algo parecido suele suceder con los estudiantes de manejo.

Al comienzo del aprendizaje cualquier auto presenta cientos de variables que hay que sincronizar perfectamente para poder hacerlo funcionar.

Los pedales, el volante, la palanca de cambios suelen ser el primer escollo a superar para cualquier aspirante a conductor.

Con el tiempo, las acciones se sincronizan y nuestro cerebro fija el procedimiento hasta llegar a hacerlo casi automáticamente.

Un buen día, el conductor transita por la ciudad sin prestar atención a la complejidad que implica manejar un auto.

Algo así sucede con los instrumentos musicales. Al comienzo son demasiados los aspectos a atender para obtener una correcta técnica. La postura del cuerpo, cómo agarrar el instrumento, cómo se desplazan los brazos y la precisa presión de los dedos. Con el tiempo, nuestra atención estará dirigida a la interpretación, a los matices, los volú- menes y la expresión a través de ese instrumento.

Este proceso dura años, en el caso de la trompeta suelen ser unos 5 años hasta obtener una embocadura que permita tocar en un buen registro y con afinación.

La realidad es que ese proceso de aprendizaje “fino” no termina nunca. A los años iniciales se suman otros años de perfeccionamiento y aún más dominio de la técnica.

Recuerdo al maestro Walter Malosetti, estudiando escalas en su guitarra todas las tardes. Ante mi pregunta “¿Todavía estudia guitarra después de tantos años?”, él respondió: “Siempre hay que estudiar”.

La música es infinita y siempre se puede ser un poco mejor que el día anterior. El cuerpo y el instrumento se sincronizan con las horas invertidas.

Todo buen músico hace un “master” sobre su instrumento y en cada nota que escuchamos conviven todas aquellas horas pasadas para llegar hasta el momento presente. Como una paradoja de Borges, en cada nota que suena existe toda la historia del músico y lleva toda una vida encontrar un sonido y un estilo personal.

Ayer tuve la oportunidad de escuchar nuevamente a Luis Salinas tocar una guitarra.

Es la confirmación de que instrumento y músico pueden llegar a convertirse en una única materia. La música fluye de la misma forma que fluye una conversación y las enormes dificultades que puede implicar dominar una guitarra, quedan diluidas en un devenir de música donde músico e instrumento son la misma cosa.

Todos aquellos que conocemos a Salinas sabemos que ha pasado toda su vida tocando la guitarra. Ya desde chico, en su casa sonaba música. Su padre fue músico profesional y el pequeño Luis solía participar de reuniones y peñas musicales. Sin tener una guitarra, se las ingenió para pedir prestadas a amigos y conocidos.

El enorme amor por ese instrumento le abrió todas las puertas y actualmente es uno de los mejores guitarristas del mundo.

Fui testigo del amor por la música que le transmitió a su hijo Juan (otro guitarrista excepcional) y hoy puede anunciar con orgullo: “Ahora lo acompaño a Juan”.

En el mundo vertiginoso en el que vivimos, no hay demasiadas oportunidades de ver semejante calidad de mú- sicos y que además son argentinos.

El disco “El tren“, que grabaron Luis y Juan Salinas (más un seleccionado de mú- sicos como el bajista chileno Christian Gálvez y el baterista uruguayo Martín Ibarburu) ha sido merecidamente nominado al Grammy y los Salinas festejarán la noticia tocando en el Teatro ND el sábado 25 de noviembre, desde las 21.