La macro en la micro

Superinflación. Es el nuevo término acuñado para no mencionar la palabra hiperinflación.

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Via Campo Foto: AGUSTIN MARCARIAN
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Superinflación. Es el nuevo término acuñado para no mencionar la palabra hiperinflación. No importa el nombre, la realidad nos muestra que el fantasma del 100% anual y creciendo ya está entre nosotros. Socialmente hace mucho daño y enoja, pero ya se incorporó como parte del escenario y todos nos movemos tratando de generar anticuerpos.

Anticuerpos que tienen como efecto más visible evitar tener pesos y salir rápido a cambiarlos por “algo” (bienes de consumo, bienes de producción, dólares, etc.) o bien quedarse con bienes que representen moneda dura (granos, vacas, insumos). Alto daño y pérdida de eficiencia se da cuando las decisiones comerciales, como tomar un buen precio, se ven condicionadas por este factor.

Para los más jóvenes es un curso acelerado y para los veteranos es un dejá vu. Lo que rige es el viejo axioma de “cocodrilo que se duerme es cartera”, reflejando que no hay que quedarse esperando, sino que hay que anticipar el destino de cada peso antes de cobrarlo. Esto no es bueno para la micro, pero es el antídoto en esta macro. Los distintos tipos de dólar están en carrera alcista, aunque en realidad lo que hacen es acompañar la suba de precios. El atraso en el tipo de cambio afecta la competitividad de las exportaciones en general y con los esquemas tipo dólar agro que pretenden corregir el problema tampoco se logra el efecto deseado.

Porque la pregunta sigue presente: ¿qué hacer con los pesos? Como imagen de fondo, la institución que debiera ser la llave para controlar la inflación, que es el Banco Central, emite dinero sin respaldo y muestra reservas netas escuálidas o negativas. Sin duda parte del problema es la política y sus peleas, pero lo que ha primado en estos años es la mala praxis económica. Y llegando al final del mandato, el presidente y su ministro Massa (acompañados por la vicepresidenta y muchos “cómplices” más) manotean todas las cajas actuales y futuras, dejando un fuerte campo minado para el próximo gobierno.

Es necesario un cambio de expectativas y de políticas económicas, pero todos sabemos que nada de eso puede ocurrir antes del 10 de diciembre. Lo que veremos en los próximos meses son promesas electorales que ni ellos saben si se pueden cumplir. Por lo tanto, para lo que viene debe primar el compromiso ciudadano pero sobre todo el compromiso empresario para sostener a flote las empresas en medio de este nuevo naufragio.