Laburos difíciles: 15 años en el mantenimiento del sistema cloacal de la ciudad

Oscar Basáez está a cargo del mantenimiento de 8 millones de metros lineales de red cloacal. Buenas y malas de un laburo al que muchos consideran insalubre.

Laburos difíciles.
Laburos difíciles.

Por Fabricio Esperanza.

Es evidente que Oscar Basáez no miente cuando afirma que al laburo que hace no lo cambiaría, que además le gusta, y que si le preguntamos lo mismo a sus compañeros la respuesta va por caminos similares. ¿Y a qué se dedica Oscar Basáez? Desde hace 15 años, trabaja en el Departamento de Redes de la Municipalidad de Córdoba, repartición que se encarga de mantener el sistema general de cloacas de la ciudad y de la que también es delegado.

Básicamente, Oscar y el resto de los muchachos de esa dependencia tienen contacto diario con los desechos de la gente, con lo que sale de las casas cordobesas por el inodoro, las bachas de cocina, algunos desagües, las duchas o las descargas de los lavarropas. Sin embargo, todo eso que a la mayoría le resulta difícil de soportar, para ellos sería lo de menos.

En esta nota con Día a Día, Oscar nos cuenta los "regalitos" que en ocasiones tienen que remover de las cámaras o las cañerías por la desidia de algunos. A continuación, claroscuros de una tarea difícil.

–¿Cómo es un día de trabajo de ustedes?

–Durante todo el año el trabajo está cruzado por un problema que no se revierte, y es el mal uso que hacen muchos vecinos del sistema de cloacas. Ese mal uso genera obstrucciones y colapsos que complican por demás la tarea. Y a eso le tenés que sumar lo que eliminan de manera indiscriminada algunas industrias, los locales gastronómicos o la construcción, en una red que tendría que ser social.

–¿Y qué encuentran por ese mal uso?

–Uuuuhhh, encontramos de-to-do. Empiezo por lo más usual, como las bolsas de nailon, trapos, botellas de plástico, preservativos, toallitas femeninas o pañales. Fijate que hay un dato que lo conocemos nosotros porque estamos en esto, y es que las zonas cercanas a los boliches y pubs son las más jodidas. En la zona de la Manzana Jesuítica, en la esquina de Caseros y Trejo, cada dos por tres hay desbordes y claro que la gente se queja. Pero eso pasa porque ahí bajan todos los líquidos de Nueva Córdoba. La gente que tira esas cosas debería tomar conciencia de esto, ser más solidaria con el resto.

–Muchos nunca harían este laburo. ¿Qué opinás vos de tu trabajo?

–A mí me encanta. Y a mis compañeros también. Mirá, nosotros somos los responsables de la red de cloacas más grande de la Argentina: tenemos más de 8 millones de metros lineales de red cloacal. Te la debo ¿eh?, pero eso nos hace sentir útiles. Y estamos siempre pensando en cómo mejorar el sistema. Yo soy el autor de dos modificaciones en el funcionamiento de un área que funciona las 24 horas los 365 días del año.

–¿Cuál es la peor parte?

–Cuando te toca sacar cosas que no son las que tendrían que estar en la red, y no hablo de bolsas o pañales. Encontramos animales muertos, y el olor es terrible, eso genera riesgo de intoxicación. El trabajo en zonas cercanas a los centros de salud es complicado, ahí hay riesgo de contraer enfermedades infecto contagiosas.

–¿Qué es lo más extraño que tuvieron que extraer?

–Es de no creer, pero hemos sacado desde una cabeza de caballo en una cámara de la zona este de Córdoba, pasando por colchones, cubrecamas, sillas, ruedas de autos. Lo que no puede pasar por el caño queda en la cámara, y ahí nos metemos nosotros. En una oportunidad se había tapado un conducto, que son los caños grandes. Unos compañeros hicieron una suerte de trineo para meterse y sacar ¡un lavarropas! Durante más de 80 metros arrastraron semejante artefacto los muchachos, por supuesto que metidos en medio de los desechos.

–Tirate alguna anécdota que sea "contable".

–Jaja, bueno, pero sin dar el nombre de los compañeros, y eso que no tiene que ver con nada sucio ni del trabajo en sí. Un día tuvimos que laburar cuando en el Buen Pastor todavía funcionaba la cárcel de mujeres. Ahí fue uno de los chicos al patio, y las internas lo silbaban, le gritaban de todo, y el pibe saludaba como si fuera Ricky Martin. Iba con un pico en el hombro, porque había que levantar una tapa, meta saludar caminando para atrás, sin darse cuenta de la fuente que estaba cerca. Se clavó como un misil adentro del agua, y se le rieron tanto las chicas y los compañeros, que se fue y no quiso volver a entrar. Otra vez, a las 2 de la mañana nos toca un trabajo en la zona de San Martín y Humberto Primo, y había un grupo de travestis en la esquina. Uno de los compañeros iba con una maza para sacar una tapa, y empezaron a gritarle cosas irreproducibles. ¡Jajaja! Se hizo muy difícil laburar después de eso...

–¿Entonces es cierto de que no cambiás tu trabajo?

–No, no, para nada. Mirá, te cuento, cada 20 días hacemos una reunión en la repartición para analizar cómo está el sistema, y te miento si alguien dijo alguna vez que era un laburo que no quería hacer o que se quería ir de ahí.