Los exAlmacenes Ripamonti, una larga historia de desidia

A finales de los 90′s quedó sin uso. Durante una década y media, su propietario no realizo inversión alguna y no pagaba impuestos. Propuso hacer un hotel: destruyó parte de la historia y nunca lo terminó. Hubo una expropiación y un concurso de ideas para un nuevo edificio. Pero la plata del Estado nunca apareció. ¿Y ahora?

Los ExAlmacenes Ripamonti serán intervenidos (Prensa Gobierno de Santa Fe)
Los ExAlmacenes Ripamonti serán intervenidos (Prensa Gobierno de Santa Fe)

La historia de la céntrica esquina de Belgrano y 9 de Julio de Rafaela es larguísima. Forma parte de los alrededores de la Plaza 25 de Mayo. Pero, pese a ello, se encuentra en ruinas desde hace décadas.

En ese lugar se erigió uno de los principales Almacenes de Ramos Generales no solo de Rafaela, sino de la zona. Allí se podía comprar desde cuestiones cotidianas como pan o arroz, hasta autos. Toda la manzana llegó a formar parte de este verdadero centro comercial.

El edificio se construyó en 1888. Rafaela tenía apenas 7 años. Empezó trabajando Luis Maggi, pero después le entregó la llave del negocio a Faustino Ripamonti. Más tarde, se sumó su hermano Eduardo (el cual dejó el negocio en 1907). Para los gringos, era mejor darle la plata a Ripamonti que a los bancos. En 1909, se contruyó la Recova, es decir, el techo sobre la vereda, una de las cosas más características no solo del edificio sino de Rafaela. La idea era proteger a la población de las inclemencias del tiempo.

Llegó a tener sucursales en San Francisco, Sastre y Vila. Funcionó comercialmente hasta el 4 de enero de 1971. Allí, Ripamonti cerró sus puertas definitivamente.

A partir de allí, hubo varios emprendimientos: gastronómicos, como Pi-Pon -en los 80′s- o de entretenimientos, como Coyote -el restaurant - boliche bailable de los 90′s-. Cuando cerró sus puertas, sobre el final de los 90′s, hubo algunas convocatorias realizadas desde la Municipalidad, como una feria del libro, por ejemplo.

A partir de allí, el dueño del predio, Luis Alberto García Cullá se hizo cargo del edificio. Y no realizó ninguna inversión: no solo no limpiaba el edificio ni le realizaba mantenimiento, sino que tampoco pagaba impuestos. Allí comenzó una larga historia con el Municipio, con tires y aflojes: por un lado, se le exigía que se haga cargo, mientras que por el otro lado les decía que la declaración de monumento histórico (obligaba a mantener la fachada intacta) le impedía el desarrollo de cualquier emprendimiento.

En 2011, hubo un punto de inflexión: se llegó a un acuerdo. García Cullá propuso hacer un hotel (posteriormente, lo llamó “cond-hotel”), manteniendo la fachada original. También le permitía a la Municipalidad trabajar sobre los sótanos o “túneles” para darle empuje al turismo. A cambio, requería que se le apruebe que sea considerado un “proyecto especial”, es decir, que se le permitiera construir un piso más del que la normativa le permitía. Fue aprobado en 2012.

Empezó con mucho impulso: se puso un cartel en la esquina, entraron máquinas y sacaron las históricas vigas de maderas y desmantelaron el techo. García Cullá afirmó que eso fue necesario para realizar el pilotaje que le permitiera llevar adelante la construcción del edificio de 9 pisos por 10 millones de dólares. Sin embargo, el tiempo pasó y nunca se avanzó más allá de ello. El dueño afirmaba que la situación económica del país le impedía la inversión. Y ahí quedó.

Mientras tanto, la mampostería comenzaba a caer. Primero en calle Belgrano, después en la Recova. Así se impidió el paso peatonal. El Colegio de Arquitectos le dijo al Concejo Municipal en 2016 que el edificio estaba en “ruinas” y que necesitaba una intervención “inmediata”. Hubo gente viviendo en el lugar. Y ratas también. La limpieza fue exigida al poder público municipal en varias oportunidades.

La idea de la expropiación como única salida comenzó a masticarse en los pasillos del poder. En 2018 se aprobó la ordenanza. Y finalmente, con Perotti en el gobierno, se abonaron 100 millones de pesos, en plena pandemia, lo cual generó una fuerte polémica.

En 2021 se llamó a un concurso de ideas para un edificio sustentable a realizar en la histórica esquina. Se presentaron 24 proyectos y ganó uno de Santa Fe, encabezado por los arquitectos Martín Gonzáles y Carlos Di Nápoli.

El tiempo fue pasando pero el dinero comprometido por la Provincia para la primera etapa nunca apareció. Y el proyecto quedó parado. Mucho más, con las nuevas administraciones, tanto provinciales (entienden que Rafaela recibió demasiado con Perotti) como nacionales (Milei y su “no hay plata” dejó al país sin obra pública).

En ese marco, llegó el derrumbe de este martes. Algo que todo el mundo veía venir.