La historia de Edgardo: Es diabético y sobrevivió al coronavirus

Un remisero de Fontana contó cómo vivió sus días internado en el hospital modular de Resistencia.

Edgardo Paredes contó su experiencia tras contraer coronavirus.
Edgardo Paredes contó su experiencia tras contraer coronavirus.

Cuando la pandemia llegó al Chaco, Edgardo Paredes se preocupó. Es diabético e hipertenso, tiene 52 años, una esposa y dos hijos. Pero su preocupación estaba atada a su salud y al cuidado de su familia ya que para mantenerla, trabaja como chofer de remís en Barranqueras.

Por las restricciones de circulación, Edgardo no trabajó durante varios meses y se recluyó junto a su familia en la vivienda en Fontana. Pero cuando llegó el momento de que los remises comiencen a circular, sus temores al contagio volvieron, aunque, la necesidad de subsistir económicamente primó.

A pesar de que tomó todas las precauciones posibles, la primera semana de noviembre se sintió mal. El 12 de ese mes un hisopado le confirmó que se había contagiado de COVID-19. “Yo ya presentía que tenía la enfermedad, pero saber el resultado del análisis fue como si me explotara una bomba adentro”, recuerda.

Un día después, él y su familia fueron aislados en el hotel Gala de la ruta 11. Sin embargo, su condición médica se complicó debida a que sus niveles de oxigenacón en sangre eran muy bajos, los dolores de cabeza eran un tormento, y la fiebre lo hacía delirar. Lo internaron en el área de COVID-19 del Hospital Perrando.

“Cuando me estaban sacando del hotel, ví que mi hijo me decía ‘chau’ y me miraba fijo. Lo miré y pensé: es la última imagen que va a tener de mí. Y eso me puso muy triste”, recordó.

Edgardo fue alojado en uno de los pabellones del hospital modular construido dentro del predio del Perrando para internar a los enfermos de coronavirus. “Me desesperaba que mi oxigenación bajara al punto de que me tuvieran que mandar a la terapia intensiva e intubarme”, relata Edgardo sobre su experiencia con la enfermedad.

Recibía una cantidad incontable de inyecciones cada día. “Un día me desperté, y no podía hacer foco con la vista. Sólo veía que alrededor era todo blanco. Entonces me dije: listo, ya está, me morí. Pero al rato escuché la voz de una enfermera y sentí un alivio inmenso”, recuerda.

Tras varios días de martirio, comenzó a sentir que el enemigo cedía. El 21 de noviembre le dieron el alta. “Siento que me dieron una vida más”, dice y destaca la entrega de los trabajadores de salud que cuidan a los enfermos de COVID-19 desde el inicio de la pandemia.