Cecilia Dopazo: "A Thelma Fardin le creí desde el primer segundo"

Fue un mito de los años 90, pero luego pareció desvanecerse. Ahora vuelve convertida en actríz fetiche del irreverente José María Muscari.

Cecilia Dopazo
Cecilia Dopazo

Cecilia Dopazo recibe a Rumbos en la productora de su marido cineasta Juan Taratuto, donde en un rato almorzará en familia con su esposo y sus hijos Santino y Francisco. Habla de su regreso al trabajo, dosificado, del ritmo que elige tener: que produzca placer sin enloquecerse, revela la fórmula. "Vuelvo al teatro porque estaba sin nada y porque con Muscari es la tercera obra que hago en cinco años. José María me devolvió a la escena teatral después de una década de ostracismo, o sea que confío en él", expresa una reposada, alejada del mundanal ruido que le significó una popularidad, ya lejana, pero que aún está fresca la incomodidad padecida luego de protagonizar tanques como "Tango feroz" y "Caballos salvajes", que la depositaron en el centro de una escena que le resultó muy difícil mantener.

"Siempre fui una actriz más del mundo audiovisual, pero gracias a Muscari le tomé el gustito a las tablas, estoy encantada de explorar este mundo que hasta hace poco era desconocido para mí", reconoce. "Gente feliz", la nueva comedia dramática de José María Muscari, que habla sobre el amor, la salud, las relaciones y "la familia que nos toca", girará próximamente por distintas ciudades del interior.

¿Necesitás trabajar, Cecilia?

Obvio. Lo necesito por mí, por mi cabeza, porque vivimos en un país dificilísimo, porque todos los precios están por las nubes y porque si en este oficio no trabajás el público cree que estás bajo tierra. En mi rubro, hay muchos que la caretean y no entiendo por qué.

¿Qué caretean?

Por ejemplo dicen que eligen qué hacer, dónde trabajar, con quién… ¡Cuántos pueden darse ese lujo! Vamos, no jodamos, el 99 por ciento tenemos que agarrar lo que pinte, salvo que sea un espanto la propuesta. Yo soy de las que piensa que siempre es mucho más beneficioso hacerla que rechazarla.

¿Y por qué la caretean, entonces?

Para mandarse la parte, por orgullo, por falsos egos. Ya fue, estamos en otra época, mucho más complicada, desbordados por cierres de industrias, fábricas, reducción de personal, teatros que bajan la persiana, negocios que no renuevan el alquiler. No se salva nadie… Y nosotros no vivimos en una burbuja, la malaria también nos arrastra.

Vos ganaste mucha plata en los '90…

Sí, mucha. Hasta me daba culpa la cantidad de guita que ganaba, entonces la despilfarraba, invitaba a mis amigas a comer, al cine… Me convertí en una gastadora serial, hasta invitaba de viaje a amigas y familia, prestaba, regalaba y también me la gastaba en mí.

¿Muy diferentes son los sueldos de hoy a los de aquella época?

(Cara de espanto) Ay Dios… Sí, totalmente distintos. Del uno a uno, que era una fiesta para todos, a esto, que no sabemos dónde vamos a desbarrancar. Yo gano la mitad de lo que ganaba hace veinte años, pero a todos nos va peor que en los '90, no estoy defendiendo una política, sino que estoy subrayando la diferencia de salarios.

Pero al menos disfrutás el trabajo más que antes…

Sí, mucho más. Conozco el medio, sé cómo moverme, sé lo que es estar en los dos lados del mostrador: cuando no podía salir a la calle y cuando caminaba lo más pancha y ni la hora me preguntaban. Pero siempre fui muy laburadora, ocurre que ahora lo saboreo más y mejor. Antes, a los veintipico, estaba llena de guita, pero también de temores y de angustias, no me bancaba la popularidad.

Cecilia Dopazo: “Me daba vergüenza la cantidad de plata que ganaba en los 90. Era todo una locura”.
Cecilia Dopazo: “Me daba vergüenza la cantidad de plata que ganaba en los 90. Era todo una locura”.

¿Por qué?

Porque hay que estar preparada, curtida, padecí no poder hacer la mía libremente… La fama no es para cualquiera y yo era cualquiera. Por eso fue que decidí correrme a un costado, mandarme a mudar del epicentro y tirarme de cabeza al mundo de la gente común, sin vidriera.

¿Cómo es Muscari para trabajar?

Lo reelijo porque me gusta, es una usina, una máquina de trabajar y dar trabajo. Es exigente, riguroso y muy dinámico. Con él no se jode, se labura sino chau…

¿Aceptaste sus reglas?

Claro, es un grande Muscari, además él me inventó, de alguna manera, como actriz de comedia, porque yo siempre estuve más emparentada con los roles dramáticos; y me capitalizó, él diseñó una actriz más completa para el afuera, para la gente.

¿Por qué para el afuera?

Porque los que me conocen, amigos y familia, saben que soy una mandada a hacer, una mina histriónica, divertida, medio payasa, me gusta imitar gente, siempre estoy generando situaciones de humor. Además tengo facilidad para captar los acentos y también los comportamientos ajenos. Pero de ahí a ser contratada para ese rol había mucho trecho, por eso digo que hay un mérito grande del director.

Muscari nos dijo que la primera vez que trabajaste con él, en "8 mujeres", te llamaba la atención seguido, te corregía en los primeros ensayos, aspecto que te incomodó un poco…

Me acuerdo que no fueron fáciles los primeros días de ensayo, y me apegué mucho a Norma Pons, a quien le contaba que Muscari me volvía loca, me perseguía con puntuaciones -recuerda risueña-. Hasta Norma, ¡qué mina de oro!, fue a hablar con José María y le pidió que aflojara un poco: "Es la Dopazo, es la Dopazo, ¡cómo la vas a corregir a ella!", le decía a Muscari. Yo me quería meter debajo del escenario de la vergüenza que sentía.

¿Te seguís sintiendo "la Dopazo"?

En mis tiempos de mayor popularidad creo que nunca tuve locuras de ego, imaginate ahora, que transito la vida mucho más tranquila y con menos exposición… De todas maneras, siempre se me catalogó de agrandada y es bueno aprovechar este espacio para negar cualquier ataque de ombliguismo; simplemente era muy chica, introvertida y me daba cuenta de que todo el mundo quería algo de mí… Y en definitiva, yo era una rareza en el mundo actoral.

¿Cómo te llevás con las envidias y la aceptación de parte del público?

Yo no estoy tan pendiente de si me aplauden más a mí que a una colega, y si ocurre, bienvenido sea. Como dije antes, ya estoy mayorcita –sonríe-, ese tipo de cosas quedan en el pasado. Por otra parte, en las tres obras que estuve con Muscari el denominador común fue compartir elenco con grandes actores pero, sobre todo, con grandes personas dueñas de principios, valores y respeto al prójimo, más allá de que alguna pueda tener más o menos ego…

¿Trabajaste estando incómoda con alguien?

Sí, tuve la desgracia de compartir elenco con una mala persona: egoísta, altanero, soberbio, que se cortaba solo buscando llamar la atención, perjudicándome y boludeándome en escena y, luego, conseguir su aplauso. No se lo deseo a nadie eso, es horrible.

¿Alguna vez viviste una situación de acoso?

Por el hecho de ser mujer siempre padecés algún tipo de abuso. Nunca faltó una mano en la cintura que se deslizó hacia abajo sin permiso y, también, he sido víctima de la lascivia de los encargados de edificio, que no tienen la más mínima vergüenza y te miran de frente y de espaldas con absoluta impunidad.

“Pienso que mis hijos se irán a vivir afuera. Y si lo hacen me tendré que ir con ellos. Qué doloroso”.

¿Cómo te llevás con el piropo?

Mal, no me gusta, nunca me cayeron bien. Te condicionan.

Tenés fama de obsesiva, parecida al personaje de "Gente feliz"...

En una comedia como “Gente feliz” soy un loquita de la eficacia, porque el timing es fundamental para crear la carcajada. Soy muy obse de la palabra justa, precisa para lograr el remate deseado, y a mí me sale bien, no me cuesta tanto, pero soy muy rompe…, y sufro cuando no me sale.

¿Siempre "sufriste" esta obsesión?

Antes mucho menos, quizás por la inconciencia sobre la responsabilidad que generaba tener un protagónico en cine o en televisión. Creo que me ayudó tener esa cuota de inconciencia, no saber bien qué me estaba pasando. En ese aspecto, ahora sufro más porque las cosas me estresan, los trabajos me tensionan, como el que hice hace unos meses en "El mundo de Mateo", una miniserie –disponible en Cablevisión Flow- en la que interpreto a una madre que perdió a un hijo, imaginate la carga emocional, la hondura...

Siempre miraste al celular y a las redes sociales con desconfianza. ¿Te hiciste más amiga?

(Suspira y mira el teléfono con desgano) Estamos inmersos en la cultura de la comunicación, y creo que el celular aumentó la fantasía de control que tenemos sobre el otro. Hoy yo sé el minuto a minuto del día de mis hijos en el club. Es positivo pero también enloquecedor. Me gustaría erradicar ese "quiero saber ya quién me escribió". Yo ahora estoy aquí y ahora con vos, y no me importa que el teléfono suene, o lleguen los mensajitos. Este es un rato de charla y nada hay más importante.

Hace poco que te abriste una cuenta de Instagram…

Las redes sociales me dan fiaca, las considero una pérdida de tiempo y de verdad no les veo el sentido… Por otra parte soy una mina tranquila y bastante tímida, alejada del bullicio, no me gusta figurar. Sin embargo, entendí que en la era de la comunicación algo hay que tener, por lo que me abrí hace poco una cuenta de Instagram, con ayuda de mis hijos, pero es una cuenta “boutique” –celebra su ocurrencia-, con pequeñeces de autor, más ligadas a mi laburo… Igual, eso de “autobombearse”, me hace ruido.

Entonces, ¿por qué tenés Instagram?

Porque pude encontrarle el sentido… Fue a partir del debate del proyecto de ley de aborto legal y seguro. El tema me movilizó, me zamarreó y se me fue la fiaca, por lo que empecé a pronunciarme a través de Instagram, desde donde también expreso mi apoyo incondicional al Colectivo de Actrices y, especialmente a Thelma Fardín, el símbolo de la agrupación.

¿La conocías a Thelma?

No, antes no tuve el gusto.

¿Le creíste desde siempre?

Desde el primer segundo. Nadie puede inventar una historia semejante y menos siendo tan chiquita… Lo mismo que a Calu Rivero. Le creí. Yo tampoco la conozco, pero cuando en su momento escuché que de repente abandonaba un protagónico televisivo porque se iba a Estados Unidos a estudiar inglés, me pareció muy raro, muy raro. Una chica sin familia formada, sin hijos, no se va así, de esa manera, dejando a la deriva un ciclo exitoso e hipotecándose el futuro.

¿Qué pasará con Juan Darthés en la Argentina?

Yo creo que acá no puede volver, me da la impresión de que su carrera está acabada.

¿Qué te sorprende más de este grupo de actrices, qué te emociona?

La fuerza que podemos tener todas juntas, la disciplina de no aflojar ni ceder, la coherencia y la constancia.

¿Cómo pensás la Argentina para el futuro de tus hijos?

Mejor no la pienso, porque me provoca mucha angustia, tristeza e incertidumbre. Como ciudadana, no veo la salida, y pienso en que mis hijos se vayan a estudiar afuera, pero qué doloroso…

¿Y si se van?

Me voy con ellos, obvio.

En noviembre cambiás de década: cumplís 50…

Ay, qué garrón… Igual, no son los 50 de mi abuela, que parecía una abuelita, una viejita… Nada que ver con la estética actual. Yo me siento vital, joven, con espíritu y con proyectos, aunque la cifra te cachetea.

¿Te ves bien?

Me veo natural, me veo, me acepto y me acompaño.