Imaginar las sombras II

Aunque se le atribuye a Lugones, la primera que se dedicó al género de terror en la Argentina fue Juana Manuela Gorriti.

La novela aparece tarde en nuestro país, salvo si contamos a aquel sacerdote cordobés que escribió las dos primeras novelas –y además, históricas– aproximadamente para la época de las Invasiones Inglesas. A partir de ese intento que no prosperó, tendríamos que esperar que aparecieran Vicente Fidel López y José Mármol.

En cuanto al género de horror, aunque algunos manuales de literatura argentina lo dan como nacido a fines del S.XIX y principios del XX, con Eduardo Holmberg y Leopoldo Lugones, quien escribió los primeros cuentos de horror fue Juana Manuela Gorriti.

El recomendable libro Escrito por Brujas – Lo sobrenatural en la vida y la obra de grandes mujeres del S. XIX, del español Antonio Ballesteros González, tiene un capítulo titulado: "Juana Manuela Gorriti, la émula argentina de Hoffman y Poe". Y señala su preferido: "Quien escucha, su mal oye". El autor sostiene que este cuento, ambiguo e inquietante, debería figurar en toda antología de narraciones extraordinarias.

Más adelante, Holmberg, Lugones y Quiroga tomarían el reto en este género y se destacarían dentro de las letras hispano-americanas. Eduardo Holmberg no es muy conocido, así que daré algunos datos sobre él. Nació en 1852 y perteneció a la generación del 80, un grupo de escritores, ensayistas, políticos y pintores que dejaron su huella en la cultura argentina.

Su genealogía es novelesca; su abuelo, el Barón de Holmberg, pertenecía a la nobleza de Moravia, y llegó a estas tierras en 1812 con San Martín. Se casó acá mientras luchaba por la independencia argentina; su hijo, padre de Eduardo, fue leal a Lavalle, luchó contra Rosas y se exilió con Sarmiento.

La temática de Holmberg está signada por lo fantástico, lo científico y lo policial. Fue contemporáneo de Miguel Cané, Estanislao Zeballos, Ramón J. Cárcano y Rubén Darío. Vivía en una quinta, en Palermo, y allí cultivó un jardín botánico al que sus amigos acudían a “tertuliar”.

Tenía un dejo de ironía germana (según David Viñas), con algo de porteñismo socarrón. Escribió relatos fantásticos que poco hemos leído: a pesar de ser tan bueno, rara vez lo reeditan.

Para 1896 habían aparecido tres novelas muy leídas: La casa endiablada, considerada la primera novela policial argentina, "llena de sorpresas, máquinas ingeniosas y una presentación muy evocadora del Buenos Aires suburbano de fin de siglo", dice César Aira en su Diccionario de Autores Latinoamericanos; aquí, el crimen se resuelve mediante las huellas digitales, método recién creado en nuestro país.

El terror se desata en Nelly, entre aparecidos, desquiciados y mentalistas; y en El Medallón, un joven desiste de contraer matrimonio para ir en busca de una mujer cuyo rostro ha visto en una miniatura. Esta pequeña novela fue editada en forma de folletín.

En 1957, Pagés Larraya seleccionó varios relatos que aparecieron bajo el título de Cuentos fantásticos. Entre ellos están "El ruiseñor y el artista"; "Los autómatas"; "Una bolsa de huesos", "Nelly", "El Medallón", y "La casa endiablada".

A mí, personalmente, me agradó “Una bolsa de Huesos”, donde lo tétrico y lo misterioso, con un toque de absurdo, se codean con el humor negro. Repasando sus obras podemos seguir a los autores que admiró: Ridder Haggard, Verne, Flammarion.

Sugerencias: 1) Leer Melanie, de Mike Carey. No engañarse, es más que una novela de zombies; 2) Leer a Mariana Enríquez, mi preferida en este género en español. Ha dado cursos en Buenos Aires sobre "Terror, gótico y fantasías oscuras", a los cuales me habría gustado mucho asistir. •