Vendió sándwiches, lavó autos y hoy tiene su propio taller mecánico: conocé la historia de Samira que la llevó de Venezuela a Salta

Samira Baissaria es una venezolana que vino de vacaciones a la Argentina hace un par de años, sufrió dos robos que la dejaron varada en el país y tuvo que trabajar de lo que sea. Después de mucho esfuerzo, logró abrir su taller que tanto soñó.

Samira Baissaria tiene 47 años, es venezolana y se enamoró de la provincia de Salta, lugar en el que vive actualmente.
Samira Baissaria tiene 47 años, es venezolana y se enamoró de la provincia de Salta, lugar en el que vive actualmente. Foto: El Tribuno

Samira Baissaria es una venezolana de 47 años que un día visitó Argentina y quedó enamorada de Salta. Después de dos robos y mucho esfuerzo por conseguir diferentes trabajos para cubrir sus gastos diarios, actualmente tiene su propio taller de automotriz en el norte del país.

Un viaje de vacaciones que se convirtió en años de mucho trabajo y esfuerzo para vivir en Argentina

Fue en el año 2012 cuando Samira vino de vacaciones a Argentina, primero pasó por Buenos Aires y después Salta, una provincia que la conquistó por completo por su tranquilidad.

Cuando regresó a Venezuela se dio cuenta que empezaban los problemas en el país, por lo que decidió mudarse a la Argentina. En diálogo con Vía País afirmó que realmente nunca pensó que iba a emigrar.

“Estuve vendiendo cosas durante un año para juntar plata. Vendía autos, herramientas, maquinarias, cosas que no usaba. Decidí venirme en el 2015 a Buenos Aires y cuando llegué me robaron todo. La plata, el documento, todo”, reveló la mujer.

La persona que la esperaba en la capital “desapareció”. Samira contó que la mujer que la tenía que recibir en el aeropuerto nunca la atendió. “No me quiso recibir, dijo que tenía que irse de viaje urgente, por eso me fui a Salta, donde conocía a una señora porque cuando me robaron en Buenos Aires no conocía a nadie”, aseguró.

Samira junto a su equipo de trabajo en el taller mecánico de Salta.
Samira junto a su equipo de trabajo en el taller mecánico de Salta. Foto: El Tribuno

Cuando llegó a Salta, la mujer intentó buscar ayuda para resolver su situación, pero “en ese momento había muchos problemas”, entonces “tenía que esperar cuatro meses para regresar a Venezuela”, declaró.

En esos meses Baissaria “andaba por ahí, estaba sola acá en Argentina”. Mientras tanto se las rebuscaba como sea para conseguir dinero, ya que había perdido absolutamente todo. “Empecé a trabajar en una peluquería, después vendía sándwiches, cuidé niños, los fines de semanas lavé autos, llevaba autos para alquilar”, recordó.

Hasta que por fin logró juntar bastante plata para volver a su casa. “Logré reunir 2 mil pesos en un momento y me faltaba una semana para regresar”. Además, tenía que ir a la embajada de Buenos Aires y presentar una carta para poder viajar hasta su país de origen, pero esa semana volvió a ser víctima de un robo, pero esta vez en Salta.

Era la segunda vez que Samira se quedaba sin nada y sin saber cómo volver a Venezuela con su familia. “Tuve ataques de pánico terrible, no tenía manera de regresar, ya perdía el vuelo de venida”, recordó. En ese entonces era muy difícil volver a juntar los 10 mil pesos para el pasaje, la venezolana terminó enfermándose “como un mes”.

Al ser consultada si la golpearon en los robos, la apasionada por la industria automotriz contó: “la primera vez me quitaron la mochila y salieron corriendo, no pasó nada. La segunda vez sí porque mi reacción fue no dejarme robar y me golpearon. Eran dos muchachos, tuve ataques de pánico como un mes. No quería hacer nada”, manifestó.

Samira en su taller mecánico de Salta.
Samira en su taller mecánico de Salta. Foto: Samira Baissaria

Al quedar varada por segunda vez en un país extraño, Samira tuvo la suerte de conocer a una pequeña familia conformada por madre e hija, quienes la ayudaron. “Como yo estaba deprimida, ellas me dieron su cama, su comida, todo”. Pero después de un tiempo, “tuve que pararme y salir a buscar trabajo otra vez, ahí pasaron tres años”.

En todo ese tiempo, Samira estuvo lejos de sus dos hijas y sus padres, hasta que en diciembre del año 2017 logró regresar a su casa. “Cuando vuelvo a Venezuela, estaba tres mil veces peor y había tanto desastre que decidí volverme otra vez, acá por lo menos lavaba autos, era moza y tenía una calidad de vida diferente”, enunció.

Además, “acá hay luz, internet, cosas esenciales que en Venezuela no. Allá había mucha inseguridad, a las 6 de la tarde tenias que estar en tu casa porque te robaban, no podías salir con teléfono a la calle. En Salta yo me acostumbré a ser libre”, expuso Baissaria.

Después de diez meses en Venezuela, Samira agarró sus cosas y se vino para Argentina con sus hijas. El destino era Salta, “porque es más fácil. Me gustan las ciudades más pequeñas”, aseguró. Pero también, “mi lugar en el mundo es Salta”, manifestó.

El miércoles pasado, la mujer viajó a Buenos Aires para buscar su pasaporte. “Al fin. Hace dos años me habían metido la prórroga”, expresó. Además, aprovechó para pasar unos días junto a su hija más grande, quien decidió mudarse a la capital federal hace un tiempo.

“En junio de 2020, mi hija mayor decidió irse para Buenos Aires, le gusta la ciudad. Había gente conocida aquí, está acá, es independiente”, dijo. La joven va a visitar a su madre, pero no tiene planes de regresar a Salta porque “le aburre”.

El amor por la industria automotriz

Samira estudió la carrera universitaria de automotriz, pero a los 14 años ya hacía cursos profesionales. La venezolana contó que se crió en un taller ya que su papá tenía uno de torno y soldadura. “Me gustaba, siempre me gustó las herramientas, las máquinas”, dijo ella.

Samira en el taller de torno de su padre en Venezuela.
Samira en el taller de torno de su padre en Venezuela. Foto: Samira Baissaria

Al principio, su padre no estaba de acuerdo en la decisión de Samira, “él quería que estudie Medicina u otras cosas, o si me iba por ahí que haga torno, pero yo no le hice caso. Se enojó conmigo un tiempo, pero después lo aceptó. Yo estuve en competencias nacionales en Venezuela, quedé en segundo lugar, ahí me vio, se puso orgulloso”, enunció ella.

Para algunas personas, la industria automotriz tiende a ser un rubro más masculino, pero Samira considera que “acá es muy diferente”. Desde que ella era una niña, estaba metida en un taller y no notó la diferencia, “nunca me hicieron sentir que no era normal. En cambio en Salta hay un poco de machismo todavía, yo decía que le iba a poner aceite a los autos y no confiaban”, contó.

Cuando los hombres hacían notar que era “mejor” que una persona de sexo masculino revisara un auto que una mujer, la venezolana tuvo la idea de poner un taller, “pero se necesitaba mucha plata”. Había que tener en cuenta “alquileres, garantes, y más que tiene que ser en un galpón, un lugar grande”, detalló Samira.

Samira junto a su padre.
Samira junto a su padre. Foto: Samira Baissaria

En el 2019 la mecánica trabajaba fija en una playa de estacionamiento, lavaba autos y hacía mantenimiento, entonces le dijo a otro chico venezolano, que también era parte del equipo, para abrir un taller.

Finalmente, consiguieron garantes y poco a poco fueron comprando las herramientas necesarias para “Multiservicios El Maestro”, el taller que tiene este nombre “porque a mi papá le decían así y su taller se llamaba así en Venezuela”.

Samira en “Multiservicios El Maestro”.
Samira en “Multiservicios El Maestro”. Foto: El Tribuno

Son cuatro personas las que trabajan en el taller de Samira que queda en el centro de Salta Capital. “Apenas cumplimos tres años, con el taller funcionando en pandemia y todo. Gracias a Dios se ha demostrado que hay una buena reputación, en Google Maps más que nada”.

Por último, la mecánica contó que tiene muchos proyectos e ideas en mente. “Como estamos en una época en la que las mujeres podemos hacer muchas cosas, me gustaría poner un taller exclusivamente para mujeres, es decir, que trabajemos solo mujeres porque los hombres cuando van al taller dicen que prefieren esperar al mecánico (hombre)”, concluyó la mujer.

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