El puntano es peluquero hace 60 años y mantiene su pasión intacta

Felipe De Pascuale tiene una peluquería con sillas antiguas y utensilios de otra época. Su sabiduría, pasión e historia son un viaje al pasado.

Felipe, un peluquero de toda la vida.
Felipe, un peluquero de toda la vida.

Felipe De Pascuale descubrió que su pasión era ser peluquero y barbero a los 12 años hoy, durante más de 60 años de trabajo, su pasión por las tijeras se mantiene intacta.

El hombre de 77 años mantiene su peluquería casi de manera religiosa, ya que el lugar tiene las sillas antiguas, utensilios de la época y reliquias por doquier. Entrar en ese lugar es como hacer un viaje al pasado y revivir un poco de lo que era San Luis.

Las manos del peluquero llevan las huellas que marcan el paso del tiempo, su sabiduría, conocimiento y pasión. Aunque hoy sus clientes son sus hijos, nietos y amigos, Felipe hace de la peluquería una tradición apasionante.

Actualmente el local de Felipe está en su casa; por una puerta de la cocina entrás al lugar repleto de elementos, fotografías y herramientas antiguas.

Felipe, un peluquero de toda la vida. Foto: El Diario de la República.
Felipe, un peluquero de toda la vida. Foto: El Diario de la República.

"Mi padre, Paulino, tenía una quinta de verduras en la esquina del Policlínico. Por las mañanas atábamos el caballo al sulky y lo llevaba por las calles de tierra al mercado central, ubicado en el Paseo del Padre. Allí tenía un puesto y vendía lo que cosechaba", contó el hombre y recordó que allí vio que debía aprender una profesión y así fue que llegó a la peluquería de Carmelo, informó El Diario de la República.

El local estaba ubicado en calle 9 de Julio y Caseros de la capital puntana. "Todos los días después de la escuela iba al negocio. Tenía 12 años y solo miraba cómo cortaba. Él me explicaba y yo le alcanzaba los utensilios. Así estuve dos años, hasta que me dijo que estaba listo para emprender mi camino en otro lado", contó Felipe con nostalgia y los ojos brillantes de emoción.

"Adentro de un cajón puso una lata de metal y me dijo que cuando apenas se levantara un cliente le pase el cepillo por la ropa y por el sombrero. Cumplí a rajatabla con lo indicado. Los hombres pagaban y el vuelto se lo dejaban al 'pibe', que era yo. Los días sábados la abríamos y nos encontrábamos con unos cuantos pesos. Me alcanzaba para ir al cine, comprarme una camisa y ayudar en casa", recordó detalladamente.

Así como ahora, sus primeros clientes fueron sus hermanos y su padre, el gran desafío. "Por suerte quedó conforme. Todo una prueba para mí", contó y rememoró que en esa época se hacía "el completo", que incluía barba y corte de cabello. "Los muchachos no salían al cine si no se sacaban la pelusa del cuello".

Felipe luego empezó a trabajar en lo de Francisco Cangiano, un local ubicado en Colón y Pedernera. "Había mucho trabajo. Ahí estuve desde los 14 años hasta los 20, que me llegó el momento de hacer el servicio militar en Puerto Belgrano, en Bahía Blanca", precisó al mencionado medio local.

"Al principio estuve en cubierta, salíamos a navegar y aprendimos tiro. Anduve en el crucero General Belgrano, que un tiempo después lo hundieron los ingleses. Luego se dieron cuenta de que era peluquero y me mandaron a realizar esa tarea", contó el peluquero que es el menor de diez hermanos. Afortunadamente seis meses despues volvió a San Luis, porque su padre le consiguió la baja.

"Cuando se enteraron, los capitanes no querían saber nada. Ellos querían que me quedara y me iban a nombrar cabo primero para que tenga mi propio salón, pero tenía que volver a ayudar a mi familia", recordó orgulloso.

Al volver a territorio sanluiseño, Felipe recuperó su trabajo y con 25 años se casó con su esposa, "ya hace 54 años que estamos juntos; tuvimos tres hijos y cuatro nietos".

Recordó que en los '70 el corte de cabello costaba $15 y que él también atendía a domicilio. "Si trabajabas bien los clientes siempre dejaban propina y con eso hacíamos una diferencia".

Cuando logró instalar su propio local, Felipe recordó que su padre" me ayudó a comprar el sillón y mandó a pedir las navajas. De a poco armé mi negocio".

El hombre con su experiencia vivida, su familia conformada y su cabellera blanca asegura que por el sillón que tiene ahí en su casa-local pasaron cientos de clientes, familiares y amigos. "Con la peluquería no fui millonario, pero pude tener una familia, criar a mis hijos, construir mi casa y salir adelante. Sin dudas lo elegiría una y mil veces más", concluyó emocionado.