Todavía conociendo a Manuel Belgrano

Por Jorge A. Mendía, presidente Fundación del Bicentenario.

manuel belgrano
manuel belgrano

Los años que llevamos estudiando y trabajando los orígenes de nuestra patria y nuestra historia sudamericana nos han dejado profundas lecciones. Desde la Fundación Bicentenario hemos ido aprendiendo a ponerlas en práctica cuando nos ocupamos de la historia.

Partimos entonces de una certeza metodológica: sufrimos de una doble fragmentación. Porque nuestra historia la ha sufrido sistemáticamente a lo largo de estos más de doscientos años desde la independencia de los países sudamericanos. Constatamos dicha fragmentación cuando descubrimos huellas que constituyen hechos históricos muy puntuales pero que se hallan inconexos entre los estudios que realizan uno, dos o más países. Y volvemos a constatar la inconexión cuando, sólo mirando dentro de nuestras fronteras, descubrimos diferentes partes aisladas sobre un mismo hecho histórico y sus protagonistas. Estas partes, a menudo, nunca se unen en una lectura completa sobre las políticas transformadoras que resultaron de esos acontecimientos y los objetivos mayores a los que apuntalaban.

No abordaremos en este escrito sobre las poderosas intenciones que se esconden detrás de lo que a simple vista pareciera sólo un descuido de la memoria pero sí diremos que esto constituye un doble obstáculo que debemos enfrentar y ello se aplica claramente cuando aprendemos sobre la figura del general Manuel Belgrano.

Poco se analizaron las consecuencias que dejó la Batalla del Tucumán, por ejemplo, y quienes fueron los designados por él para administrar de manera estratégica ciertos territorios de tal modo que se garantizara la victoria de las batallas; poco sabemos de los hombres que dejó en Cochabamba, Potosí y Santa Cruz, y porqué. Tres juntas se sucedieron velozmente pero ¿hubiese sido ello posible sin la victoria de la Batalla del Tucumán? Porque la verdad que expuso Belgrano en esa hazaña no fue menos que lo que se podría obtener con la valentía de una oportunidad tomada: el sueño de una patria libre e independiente de la corona.

Diremos entonces que todavía estamos descubriendo a Belgrano. Un funcionario hispano-colonial, que bien admite cómo llegó a América: sin hacer la mínima gestión, lo colocaron en la secretaría del Consulado de Buenos Aires. Ya había concluido su carrera y las ideas de economía política cundían en España, qué mejor inversión para la corona que enviar una mente sagaz para velar por sus intereses; incluso tuvo a su cargo el contratar a otros que tuvieran sus mismos conocimientos para que trabajaran en las diferentes plazas de comercio de América.

Salió de España para Buenos Aires y grande fue la sorpresa cuando conoció a los hombres nombrados por el rey para la Junta; los hombres que debían tratar temas como la agricultura, la industria, el comercio y propiciar la felicidad de las Provincias que componían el Virreinato de Buenos Aires. Todos ellos comerciantes españoles con claras intenciones de mejorar su comercio monopolista, como el mismo Belgrano cuenta. Entendió enseguida que nada se haría verdaderamente para el mejoramiento de las provincias si estos hombres eran los encargados, anteponiendo siempre sus intereses particulares sobre el bien común.

Cualquiera que quiera comprender al Belgrano completo, ese Belgrano de agudo análisis y ejercicio político, debiera empezar por acá y no por la bandera. Un funcionario del orden colonial que trascendió sus orígenes europeos y el status quo de donde provenía para comprometerse con una tierra extranjera. Tal magnitud tuvo su compromiso, incondicional y completamente desinteresado, que se erigió como padre de nuestra patria y a su pensamiento y acción le debemos las posibilidades que se nos abrieron para conseguir nuestra justa independencia. Muy bien sabemos que Cólon llegó a América pero que poco sabemos sobre quienes tuvieron que liberarla después. Y esta es la tarea más ardua que debemos empezar a tomarnos enserio: cambiar nuestros enfoques de análisis, hacer de las conclusiones preguntas abiertas y volver sobre nuestra memoria colectiva para interpretar y sacar lecciones de quienes alguna vez vivieron la dominación y oyeron el ruido de rotas cadenas para ver en trono la noble igualdad.