La incertidumbre y volatilidad gobiernan el mercado de granos

Desde el punto de vista internacional, la guerra que libra Rusia y Ucrania, próxima a cumplir dos años, continúa generando serios trastornos en cuanto a la normal movilización de la mercadería por el mar Negro, no solo de granos (trigo y maíz) y aceite, sino de ciertos fertilizantes, insumo básico para la agricultura de muchos países.

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Ello tendió a agudizarse ante la negativa rusa de ratificar el acuerdo sobre el “corredor humanitario” que establecían ambos países para una salida ordenada de su oferta exportable, concentrada en gran medida sobre los puertos ucranianos.

A este conflicto se sumó en los últimos días un cruento enfrentamiento en medio Oriente, con la ofensiva de Hamas al pueblo israelí, que lamentablemente trajo aparejado un sinnúmero de víctimas en la población. Es probable que luego de los sucesivos conflictos a lo largo de las últimas décadas, asistamos a una contienda que se prolongue en el tiempo.

Desde la óptica económica, se observa una escalada en el precio de los combustibles, debido a la importante producción de países aliados a Palestina, y la posibilidad que esta guerra pueda extenderse hacia otros países árabes. Al mismo tiempo esta situación retrasa las negociaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudita, con probables implicancias en cuanto a la provisión de gas hacia Europa.

Ello, además podría generar un incremento en los precios de los biocombustibles y fertilizantes, ya afectados por el otro frente bélico en el mar del Norte.

Como es costumbre en estas situaciones es factible se produzcan variaciones en las cotizaciones de las monedas, en especial del dólar que pueda llegar a impactar en la economía mundial, con subas en las tasas de interés, aumento de la inflación y mayor volatilidad en el precio de los commodities.

Esta amenaza se da cuando la macroeconomía mundial comenzaba a dar signos de recuperación, con los buenos pronósticos de demanda China, y la India (aceites) a niveles similares a la época pre pandemia.

Todo ello es coincidente con un panorama climático poco favorable para la agricultura, con altos registros de temperatura y escases de precipitaciones en el hemisferio Norte, en el marco de un nuevo evento Niño, que ya tuvo un negativo efecto en los Estados Unidos, Europa central e incluso en Australia donde se esperan recortes en la oferta granaria.

En el caso particular de los Estados Unidos ya en plena cosecha de los granos gruesos, las reducciones alcanzan 7 mill/ton de maíz y algo más de 11 mill/ton de soja respecto de lo previsto originalmente. En Canadá, por similares motivos se perdió más del 20% de la cosecha de trigo.

La Unión Europea 27 también experimenta bajas tanto en trigo como en maíz y en Australia se espera un recorte del 40% de la producción triguera del ciclo anterior.

Si bien ello sería beneficioso para la producción del Mercosur, castigada en los últimos años, principalmente la de Argentina por una severa sequía que redujo su oferta en más de cincuenta millones de toneladas, no se observan aun cambios significativos en tal sentido.

Se esperaba que la consolidación del evento Niño y la normalización en las precipitaciones se diera a inicios del segundo semestre de 2023, pero la realidad muestra que gran parte de la región productora argentina, incluso el norte y noroeste de Brasil continúan con una manifiesta escasez de agua.

Ello ya tuvo un impacto en la cosecha fina, tanto en trigo como en cebada, donde se esperaba una recuperación importante en la oferta de ambos granos. Respecto de la primera estimación de trigo argentino de 20 mill/ton para el ciclo 2023/24, distintas fuentes la ubican ahora más cerca de 14.5 mill/ton.

Con relación a la cosecha gruesa, localmente se observa un marcado atraso en las tareas de implantación lo cual permite inferir que en el caso de maíz el productor deberá optar por variedades más tardías si pretende mantener la misma siembra del ciclo anterior. En girasol, ya superada la fecha límite de siembra en el NEA, proveedor de semilla de primicia muy requerida por la industria procesadora local ante la merma de mercadería de este ciclo, es factible que no se alcancen las metas previstas.

En Brasil por su parte, si bien el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) mantiene una proyección de maíz cercana a 130 mill/ton, fuentes oficiales de ese país hablan de al menos 10 mill/ton menos por efecto de menor superficie sembrada y mayor atraso en la misma.

Solo resta esperar si se alcanzara un nuevo récord en soja donde se espera, de regularizarse las condiciones climáticas una producción de 163 mill/ton.

En síntesis, si bien se proyecta una recomposición general de oferta mundial de los diferentes granos respecto del ciclo anterior, los volúmenes esperados no son los estimados inicialmente. En ese contexto de mantenerse las expectativas de consumo y comercio, los stocks finales deberían mantenerse sin variaciones o incluso en algunos granos podrían ser menores, lo cual permite inferir que los precios, con alta volatilidad, tienden a sostenerse.

En el marco local, ante la necesidad imperiosa de las autoridades de disponer de dólares debido a las bajas reservas existentes, se extendió el Programa de Incentivo a la Exportación para soja, que contempla un tipo de cambio que surge de un “mix” del 75% del oficial y el 25% del llamado contado con liquidación (CCL) que permite acceder a un valor de la divisa americana cercana a 490 S/US$. Al mismo tiempo se incorporó bajo ese régimen la cebada cervecera, forrajera, aceite de girasol, sorgo y otras economías regionales.

Si bien estas medidas tuvieron un positivo efecto ya que se vendieron en septiembre 5,1 mil/ton de soja, ese ritmo se desaceleró en lo que va de octubre, producto de la incertidumbre económica negociando un volumen en torno a 600 mil/ton,

Por otra parte, la escasez de divisas, se traduce en una cada vez más limitada posibilidad de importar insumos clave para la siembra debido a los altos niveles de derechos (7,5%) y la demora en la aprobación de licencias para operar.

En este marco, con altísima volatilidad en los mercados en general, son pocos los negocios que se realizan. La incertidumbre del productor crece ante los probables cambios que puedan darse según los resultados eleccionarios, básicamente en cuanto al tipo de cambio futuro y el nivel de los derechos de exportación.

En el actual marco económico, realmente muy complejo, con un creciente déficit fiscal y al borde de la hiperinflación, y a días de las probables definiciones políticas, se reducen aún más los incentivos para que el productor se desprenda de su mercadería, manteniéndola como seguro de cambio