Panorama político nacional: con el mismo equipo en un tiempo distinto

Por Edgardo Ramón Moreno

Macri y Triaca ingresando a un evento.
Macri y Triaca ingresando a un evento.

El proyecto de reforma laboral que el Gobierno envió al Congreso al final de una semana ardua, en la que tuvo que quemar en la fragua el siete por ciento de sus reservas en divisas y subir la tasa de referencia a más del 30 por ciento para evitar una nueva devaluación brusca de la moneda nacional, parece una señal destinada a apaciguar varios de los frentes que tiene abiertos y en conflicto.

El blanqueo laboral es un gesto significativo para los empresarios que se movieron inquietos al ver las dificultades internas y externas del oficialismo para instrumentar la reducción de subsidios a las tarifas de los servicios públicos y encendieron las alarmas al observar la pulseada del Banco Central con los mercados.

También es del agrado de las corporaciones sindicales interesadas en la regularización del trabajo en negro. Los sindicatos ya estaban recalculando sus acuerdos paritarios con un ojo en el dólar y otro en las tarifas cuando en la noche del viernes obtuvieron del Gobierno el desdoblamiento del paquete de la reforma laboral. Sólo tres capítulos del proyecto oficial irán al Congreso.

Sus referentes parlamentarios son el tercer sector favorecido. Los legisladores del peronismo que orbitan en el eje Pichetto-Camaño pueden encontrar en el blanqueo laboral el proyecto que equilibre la oposición frontal que plantearon en la cuestión tarifaria. Pese a la variedad de argumentos ensayados, la vocería más estridente fue otra vez la del kirchnerismo.

El presidente Macri ya había dado señales de que movería su iniciativa hacia el mercado del trabajo. Después de meses de tensión con el Poder Judicial, en sus últimas declaraciones periodísticas prefirió apuntar a la evolución positiva de los fallos que permiten disminuir el costo laboral. La Corte Suprema habilitó esa interpretación con su sentencia sobre los monotributistas y los límites de la relación de dependencia.

Pero la distensión con la Corte no transitó solamente ese camino. Cristóbal López está nuevamente detenido tras el fallo escandaloso que lo dejó en libertad. Y los jueces que pergeñaron esa maniobra han sido eyectados de la Cámara Federal porteña.

El equilibrio con los supremos es, de todos modos, inestable. Todavía falta que se expidan sobre los planteos que objetan los aumentos de tarifas. Esta vez el oficialismo cumplió con las audiencias de ley, así que el máximo tribunal -si admite abocarse al tema- deberá interpretarse a sí mismo y resolver cuál es esta vez el parámetro de razonabilidad en el ajuste tarifario.

Dos ministros de Macri siguen estas cuestiones con su continuidad en juego. Jorge Triaca ya miraba en el horizonte el final de las paritarias y el momento en el que terminaba la dispensa que le otorgaron luego del escándalo injustificable con el que comenzó el año. La reforma laboral le promete una sobrevida.

Juan José Aranguren espera que el ajuste de tarifas no termine judicializado luego de la embestida opositora en el Congreso y el prorrateo del cobro que le arrancaron sus aliados de Cambiemos. Estuvo a solas con Macri, su principal respaldo. El Presidente tenía en su escritorio el pedido de renuncia del ministro que le instaló -aún antes del estallido parlamentario- el titular del radicalismo, Alfredo Cornejo.

El problema para el gabinete nacional es que la estabilidad de sus ministros sigue siendo un resorte del Presidente, pero su desgaste depende de la credibilidad social. El ajuste tarifario derivó en una discusión impositiva con los gobernadores que reveló la fragilidad del consenso fiscal aconsejado por Rogelio Frigerio. Que habrá desmentido su regreso al peronismo pero no sus aspiraciones a cambiar de lado y sentarse el año que viene del lado de los jefes provinciales.

El pacto tributario con las provincias apareció con las costuras flojas. Con cumplimientos relativos y compromisos lacios de los mismos gobernadores que luego enviaron a sus legisladores nacionales a ceñir al oficialismo en dos sesiones consecutivas.

En los mentideros del Congreso le apuntan a Mario Quintana la aspiración a suceder a Frigerio en la cartera de Interior. Pero Quintana ya no es el funcionario de segunda línea, con facultades de coordinación, que luego informa en la Casa Rosada sobre el grado de alineamiento de cada ministerio al juego en equipo que reclama el Presidente.

Quintana es señalado también como el autor de maniobras excesivas. La más grave y notoria fue la foto de diciembre que dañó la imagen de autonomía del Banco Central. Para recalibrar la meta de inflación, ¿era necesario exponer a la autoridad monetaria como un integrante adicional del equipo supervisado por Marcos Peña?

Según explicó el ministro Nicolás Dujovne dias atrás, la rebeldía del dólar previa al fin de semana largo no es para nada una preocupación política del Gobierno. Pero así como incidieron factores externos a los que el país está doblemente expuesto por su apuesta al gradualismo, también quedó en evidencia que el Banco Central de Federico Sturzenegger debe ahora hacer esfuerzos para reparar su credibilidad dañada por aquella jugada en exceso de la que Dujovne salió favorecido. Sólo en el corto plazo.

Por el momento, Macri no da señal de revisar la integración de su vasto plantel de ministros. Aunque hay un elemento nuevo que ha comenzado a incidir en su equipo. El lanzamiento apresurado de las reelecciones a las que aspira la restringida mesa chica de Cambiemos opera como una novedad convulsionante.

La nueva dinámica interna en el oficialismo y la respuesta en espejo de la oposición son evidencias de ese tiempo áspero y distinto.