Panorama político nacional: El peronismo cabalga sobre el veto no positivo

Por Edgado Moreno. 

Miguel Ángel Pichetto, la espada del peronismo en el Senado.
Miguel Ángel Pichetto, la espada del peronismo en el Senado.

El fallido del senador tucumano José Alperovich fue el más evidente pero no el más significativo para entender el paso que do el peronismo al votar una ley de la que descreía, sólo para forzar un veto del Presidente.

Alperovich dijo por error que a toda la oposición le interesa que a Mauricio Macri le vaya mal.

Más meditada que esa breve dislexia política fue la exposición de quien era hasta entonces el interlocutor privilegiado del gobierno en el Parlamento: Miguel Pichetto deslizó un fallido de largo aliento.

Pichetto cerró su discurso del mismo modo que hace diez años atrás, cuando empujó al entonces vicepresidente Julio Cobos a un desempate agónico en la madrugada del voto no positivo sobre la retenciones al agro.

"Hagan lo que tengan que hacer", recitó de nuevo el rionegrino para forzar esta vez un veto no positivo. Una decisión que deje al Gobierno en soledad absoluta frente al desafío que tiene el conjunto del país.

En tres oportunidades el lenguaje traicionó a Pichetto. Dijo que el Gobierno -no la Argentina- fue al Fondo Monetario. Que el martes en que vencían las Lebac, el Gobierno -no el país- tenía un día difícil. Y que al Gobierno le aguardan obstáculos enormes para normalizar la economía. Esfuerzos que de todos modos considera necesarios para todo el país.

Si la corrida cambiaria sepultó para el oficialismo el gradualismo económico, la declaración de Pichetto dio por finalizado el gradualismo político.

Entre la ilusión de un peronismo kantiano -alineado aunque sea fragmentariamente en el imperativo categórico de la gobernabilidad- y la realidad de un peronismo mercurial -que se funde en uno solo cuando olfatea el poder- Pichetto recordó que el peronismo es antes que nada un partido del poder.

Sus fracciones con discurso de centroizquierda desgranaron dias después en Plaza de Mayo una serie de discursos destituyentes. Y las centrales sindicales gobernadas por el más férreo peronismo sindical ya prometieron paralizar la Argentina este mes.

Las encuestas sugieren que el clima de preocupación social por la inflación avalaba la avanzada parlamentaria del peronismo en el Congreso. Pero también que la mayoría condena el uso político corrosivo que ejercitó el peronismo al empujar el veto presidencial.

La advertencia del peronismo unido en el Congreso -hagan lo que hay que hacer- es un mensaje apenas encriptado sobre sí mismo: para reconquistar el poder, el peronismo ya está haciendo lo que considera que debe hacer. Derruir a Macri para volver.

¿Por qué el peronismo aceleró los tiempos en el Senado cuando todavía había márgenes de negociación para evitar la sanción y el veto? Las explicaciones fueron diversas, pero el contexto general es uno, y muy ilustrativo.

El massista Juan José Amondarain suele decir que, como todo partido del poder, el peronismo es antes que nada una lectura de época. Lo fue el primer Perón embelesado por el fascismo, el segundo que, urgido por la inflación, intentó girar sin éxito hacia Estados Unidos y el tercero que decía que Mao no era más que un imitador.

El contexto que está leyendo el peronismo actual es el de un mundo en el que las economías se cierran sobre sí mismas para proteger sus industrias y su empleo. Es el efecto Trump.

Un segundo factor que advierte es la inestabilidad creciente de las democracias occidentales. Rajoy fue destituido en España y la eurofobia ya gobierna Italia. Angela Merkel y Emmanuel Macron han quedado como únicos garantes de la Europa que Gran Bretaña abandonó.

La región tampoco es un estanque calmo. Venezuela prorrogó su dictadura. Michel Temer tambalea en Brasil tras una huelga de camioneros y la amenaza de Lula, el candidato en prisión. Dos presidentes -el de Perú y el de Paraguay- ya dejaron su puesto. Una destitución por vía parlamentaria es una noticia que en América Latina sólo aflige un par de días.

El tercer factor que está leyendo el peronismo es que la ayuda del FMI a la Argentina puede prosperar. Ingresará la asistencia financiera y la administrará el gobierno de Macri.

Las encuestas sobre el FMI entre los gobernantes de Argentina se deberían hacer con al menos dos preguntas, ironizaba esta semana un asesor del Parlamento. La primera pregunta es de respuesta obvia. Muy pocos estarán de acuerdo con recurrir a Christine Lagarde. La segunda pregunta no se formula nunca: ¿estaría usted de acuerdo con rechazar un préstamo de 30 mil millones de dólares?

"Haciendo lo que hay que hacer" es también la consigna publicitaria del gobierno de Macri.

En sus discusiones internas, el oficialismo también suele reivindicarse como el resultado de una oportuna lectura del clima de época. Y sostiene que su diferencia sustancial con el último gobierno no peronista que encabezaba Fernando de la Rúa, es que se considera a sí mismo un proyecto de reforma inescindible de la administración del poder.

Como la Casa Rosada estima, mirando las encuestas, que el veto reciente ha sido no positivo, pero para la oposición, Macri zamarreó a los gobernadores peronistas que jugaron a las escondidas frente al debate parlamentario.

Una novedad que provino de los tribunales, le facilitó además una herramienta potente para el contraataque. La Cámara Federal confirmó que el fiscal Alberto Nisman fue asesinado por la denuncia que hizo en contra de la expresidenta Cristina Kirchner.

En el acto, el oficialismo anunció que actualizará el pedido de desafuero de Cristina.

Empujará al peronismo a la vereda del veto. Intentará forzar a Pichetto para que proteja a Cristina. Haciendo lo que cree que hay que hacer.