La columna literaria de Magdalena Giorgio

La joven escritora concordiense nos vuelve a regalar un relato emotivo con el recuerdo de noches de verano.

La columna literaria de Magdalena Giorgio
La columna literaria de Magdalena Giorgio

Volvimos

Ayer salí en la bici, fui hasta el lago. Para llegar hay que agarrar la ruta pero no la que pasa sobre mi casa, que más que una ruta es una autopista mentirosa, ese anexo de río que llega al mar. En la verdadera ruta no hay escape ni una veredita al costado en donde caminar. Son varios kilómetros, no sé cuántos porque siempre los hice en auto. Casi siempre  hay que pedalear contra el viento norte que toma fuerza por la cercanía del río. No sé cuándo fue la última vez que sentí libertad, pero en la bici mi cuerpo respira un aire nuevo. Por delante solo tengo el verde, un montón de verde apretado, verde de diferentes colores. Después de cruzar el puente del Ayuí los árboles estuvieron cada vez más cerca. Eucaliptus y pinos gigantes que en mi imaginación llegaban al cielo. Lo atravesaban.  No tuve ganas de compartir ese momento con nadie. Fue como poner la tristeza bajo el agua tibia. Abrir la lastimadura y limpiarla, darle el aire que necesita después de tener la curita encima por tantas horas. No sé cómo se llega a la felicidad, si es verdad que existe ese camino pero cuando te encuentra es imposible despegarse. El pecho se abre y por un segundo tu corazón es del tamaño de una casa. Una bola enorme que quiere ir con vos a donde vayas.

En realidad lo que quiero decir , es que a veces me pierdo.

*

Me acuerdo que los días lindos en casa eran los de verano. Cuando armábamos el piletin en el patio y pasábamos las tardes y noches sumergidos en el agua. Papá a veces se levantabas de la siesta porque no podía dormir del calor y se metía con nosotras como una ballena en el medio de un océano. Lo volvíamos loco pidiéndole que jugara a juntar broches con la boca o hacer remolinos que nos dejaran movernos con solo flotar . A la noche comíamos sanguchitos abajo del gomero , en una mesa verde antigua que tenía una forma hermosa en cada pata, como de una L en manuscrita . Papá y mamá fumaban, nos miraban ir desde él piletin a la mesa. A veces papá hacía asado y pedíamos helado. No sé si existe algo así como una familia feliz pero cuando estoy triste intento pensar que eso existió y que no me lo invento. Mamá nos decía que saliéramos porque estaba fresco y nos envolvía en una toalla. Una iba a la falda de papá y la  otra a la de mamá. Nos quedábamos dormidas ahí . En la noche.

Ayer salí en la bici, fui hasta el lago.
Ayer salí en la bici, fui hasta el lago. Foto: Magdalena Giorgio