Hallaron rastros de agroquímicos tras la muerte de peces en el río Salado

Un estudio permitió detectar herbicidas e insecticidas en el agua y en los animales afectados un mes atrás.

La gran cantidad de pescados sin vida encendió la alarma en las zonas cercanas a Santa Fe y Esperanza. (@eleisegui)
La gran cantidad de pescados sin vida encendió la alarma en las zonas cercanas a Santa Fe y Esperanza. (@eleisegui) Foto: TW / @eleisegui

A un mes del hallazgo de miles de peces muertos en Santa Fe, este miércoles se confirmó la presencia de agroquímicos en las aguas del río Salado. Un estudio científico permitió detectar las sustancias tanto en el su tramo final del cauce como en los sedimentos y en los restos de los animales.

Especialistas del Laboratorio de Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) dieron a conocer los resultados de su trabajo a pedido de la Procuración General de la Corte Suprema de Justicia de la provincia. Los mismos corresponden a muestras tomadas a fines del año pasado cerca del Country Club Los Molinos y el puente de la Ruta Provincial 70 en Esperanza.

En ese momento, los investigadores también se llevaron peces que todavía estaban con vida pero mostraban conductas inusuales, como subir permanentemente hasta la superficie para respirar. Sobre ese material se hicieron análisis fisicoquímicos, bacteriológicos y de metales, además de medir el oxígeno.

Por otra parte, se trabajó en la detección de químicos que llegan a las aguas del río Salado por su cercanía con campos agrícolas que son fumigados con plaguicidas.

En ese sentido, los científicos encontraron en las branquias e hígado de sábalo “el herbicida 2,4-D” y “el insecticida organofosforado clorpirifos con 80” en el primer sitio de extracción de muestras y “clorpirifos 30” en el segundo.

Desde la UNL indicaron que el primer producto “por su efectos tóxicos y genotóxicos, se puede clasificar como una sustancia muy nociva para los organismos acuáticos”.

“El clorpirifos es el insecticida neurotóxico de amplio espectro más utilizado en Argentina (principalmente en cultivos de soja, maíz, trigo y girasol) para controlar plagas de insectos”, añadieron en el trabajo.

Luego, indicaron que “debido a sus grandes riesgos para la salud humana y animal (sus exposiciones crónicas pueden causar déficits cognitivos y conductuales) en enero de 2020 la Unión Europea prohibió el uso del clorpirifos”.

El informe fue confeccionado por los investigadores Rafael Lajmanovich, Paola Peltzer y Maximiliano Attademo, todos científicos del Conicet y de la UNL. De esta manera, se descartó la hipótesis inicial de un fenómeno provocado por la bajante histórica en el Litoral.